CAPÍTULO VIII - LA CONSTRUCCION DEL MARCO CONCEPTUAL DE LA ANTROPOLOGIA SOCIOCULTURAL

Veremos ahora la sucesión de categorías analíticas que han aparecido en los modelos explicativos de la antropología sociocultural, desde una categoría antigua que es la de rasgo, hasta una categoría muy moderna que es la de sistema. Esta sucesión histórica de categoría, que han sido construidos por distintas escuelas y tradiciones a lo largo de la historia de la teoría antropológica, van a permitirnos arrojar un poco más de luz sobre la forma en que, dentro de la teoría contemporánea, se ha venido constituyendo un nuevo paradigma, a través de la reorganización de algunas de esas categoría, el abandono de otras y la incorporación de nuevos conceptos y categorías.

La sucesión de conceptos y categorías que van desde rasgo hasta sistema, tiene que ver con dos ideas polares acerca de la descripción y de la explicación; estas dos ideas polares se pueden encontrar no sólo en la antropología sociocultural, sino en toda la ciencia contemporánea. En un polo, donde está ubicado el concepto de rasgo como concepto descriptivo y teórico central, está la idea de que para describir algo tenemos que descomponerlo en sus partes componentes, en las mínimas partes componentes posibles. Esta idea fue fundamentada en el siglo XVII por Descartes (1979), en su Discurso del método, donde se fundamentó en gran parte lo que fue una de las claves de todo el desarrollo posterior del método científico, y en donde decía que la primera regla del método consiste en dividir un problema en tantas partes como sea posible, hasta que ya no se lo pueda dividir más.

La segunda idea, prácticamente opuesta a la anterior, y a la cual está ligado el concepto de sistema, plantea que para conocer algo, es necesario en primer lugar describir las relaciones que existen entre sus partes. Entonces, para la primera idea, lo más importante son las partes; mientras que para la segunda idea, lo más importantes son las relaciones. Recordando un razonamiento del antropólogo Gregory Bateson, toda comunicación profunda ‑y el conocimiento es una forma de comunicación‑ está hablando de las relaciones y no de los componentes.

Dicho de otra manera, y volviendo a tomar de ejemplo una clase universitaria, mucho más importante que los componentes que hay en el aula, son las relaciones que hay entre las partes que la componen. Por ejemplo, para saber lo que sucede aquí adentro, es importante decir que hay un conjunto de gente sentada en ciertos objetos llamados sillas; a su vez, la sillas también se definen relacionalmente, porque una silla es el resultado de un conjunto de componentes en relación ‑patas, asiento, respaldo, pupitre‑. Y precisamente este tipo de relaciones entre partes como sillas, alumnos, profesor, pizarrón, tizas, gestos, formas de hablar, etc., es lo que hace que este sistema posea un pattern, una estructura que define al sistema.


Rasgo

¿Qué es un rasgo? Es una categoría que fue utilizada principalmente por la antropología norteamericana ‑y sigue siendo utilizada‑ para definir la mínima entidad descriptible en un sistema sociocultural. Entonces, dentro de un sistema sociocultural, podemos tener una lista de miles de rasgos. Así, en una obra clásica de la antropología norteamericana, puede haber descripciones de una cultura con listas de siete u ocho mil rasgos. Una de las listas más largas de rasgos es la establecida por Murdock (1949).

La noción de rasgo tiene una cantidad de dificultades operativas. La primera dificultad reside en hasta dónde dividir y subdividir los componentes de la cultura para establecer la lista de rasgos. Otra manera de formular esta dificultad es saber en qué momento de la subdivisión, el rasgo resultante deja de tener sentido como componente mínimo, y deja de ser entonces un componente mínimo de la cultura. Por ejemplo, en Mariano Moreno, un barrio popular de migrantes andinos en la ciudad de Jujuy, una gran parte de las casas están construidas con una pauta de diseño que recuerda a la pauta rural andina. En efecto, las mencionadas viviendas populares urbanas están hechas habitualmente en forma de "L" o de "U", con un bao y la cocina separados de la casa. Por su parte, la vivienda rural andina tiene un patrón fisco en "U" o en "L", que definen un patio orientado hacia la trayectoria solar, de manera de captar la mayor cantidad posible de energía térmica del sol. Además, su patio es el espacio privilegiado para las relaciones entre la familia y otros habitantes del sistema sociocultural local.

De hecho, si no comprendemos el pattern de la casa rural andina, no es posible comprender el pattern de la casa rural urbana del barrio Mariano Moreno, ni comprender su origen andino. Entonces, si utilizamos el método de la lista de rasgos, empezaría a subdividir esta casa urbana andina y ya se perdería un componente fundamental de la explicación, que son las relaciones entre las partes; entre las partes del sistema y entre el sistema y su ambiente.

Al comparar la totalidad de una forma con la otra, puedo descubrir un pattern y puedo descubrirlo porque aparece una redundancia ‑es decir, porque aparecen repetidas ciertas disposiciones‑. La repetición de disposiciones en un sistema es una redundancia. Me está informando de algo; me informa de un pattern, me informa de un orden. La noción de orden que estamos empleando no implica una inmovilidad, una inexistencia de cambios. Precisamente, cuanto más ordenado es un sistema, posee más capacidad de responder a los cambios, a los cambios del ambiente. En este caso, observen cuán ordenado es el patrón de nuestro ejemplo: ha podido resistir el cambio de un ambiente completamente rural, a un ambiente urbano.


Complejo

Una de las primeras respuestas que encontraron los antropólogos a los problemas que presentaba la noción de rasgo fue la elaboración de la categorá de complejo. Un complejo es un conjunto de rasgos que aparece siempre en una cultura dada, en un sistema sociocultural dado; aparecen asociados. Por ejemplo, tenemos el complejo de rasgos asociados al pastoreo de ovejas, cabras, y llamas en las punas de los Andes Centrales, en donde hay rasgos comunes como el lugar en donde se ubican las casas, la alternancia entre puestos ubicados en distintos ambientes naturales según la estaciones del año, para aprovechar pasturas y agua, la alternancia de rituales a lo largo del año, la clasificación de las llamas según la forma en la cual se asocian sus colores de lana, y así sucesivamente. Pero la categoría de complejo presenta también algunos problemas.

Uno de los problemas serios es que los complejos se superponen demasiado. Pro ejemplo, entre los pastores de puna, su complejo pastoril característico se superpone en gran parte con el complejo ritual de los sistemas socioculturales de mayor amplitud regional, que incluyen a pastores de puna y agricultores de valles altos. Entonces, en el complejo ritual pueden aparecer ciertos rasgos que no son demasiado importantes en términos del pastoreo. Por ejemplo, las piedras de cuarzo blanco son muy importantes para el ritual, como componentes de las "apachetas" y "mojones", montones de piedras que ocupan un lugar central en el complejo ceremonial; pero, en sí mismas, no son muy importantes para el complejo del pastoreo. Por otro lado, en el complejo ritual también aparecen otros rasgos, asociados a las piedras comunes de cuarzo blanco, como por ejemplo las “illas”, que ya no son piedras cualesquiera, sino que son pequeñas piedras de las cuales se dice que tienen la forma de ciertos animales; y las illas sí son muy importantes en el complejo de pastoreo. Porque si no hay illas para los “chayacos”, ceremonias propiciatorias que se practican durante el mes de agosto (Merlino y Rabey 1978, Rabey y Merlino 1988), ese año puede ser malo, puede funcionar muy mal para la economía pastoril y cuando digo que va a funcionar muy mal, estoy hablando en términos objetivos. En efecto, si bien éste es un rasgo que aparece como tal en el discurso de los pastores, por lo cual podríamos decir que no es un rasgo objetivo sino subjetivo, no sucede realmente así: lo que sucede es que si no hay illas disponibles para el ritual, el pastor se siente tan mal que el pastoreo puede efectivamente funcionar mal a causa del malestar de los pastores, que redunda en pérdida de eficiencia en el manejo pastoril.


Area cultural

Las categorías de rasgo y complejo se refieren fundamentalmente a los componentes que hay dentro de la cultura y la sociedad; es decir, están relacionados con la estructura formal de los sistemas socioculturales; en cambio, la categoría de área cultural se interesa por la distribución que tienen los rasgos y complejos en el espacio geográfico. Un área cultural es una zona geográfica en la cual están asentados distintos sistemas socioculturales que comparten un porcentaje alto de rasgos y/o complejos.

Una de las áreas culturales más estudiadas fue la de las grandes praderas norteamericanas. Esta área está limitada hacia el este por zonas boscosas y, hacia el oeste, por zonas de montañas y planicies y altiplanicies costeras. En esta gran área cultural hay una gran zona núcleo, la de las culturas nucleares de las grandes praderas que son las que comparten prácticamente todos los complejos culturales característicos para la definición de esta área cultural. Hacia el oeste y hacia el este de la zona núcleo, estaban ubicados grupos que son llamados marginales. Para este conjunto de categorías, el que un grupo sea marginal significa que no comparte un porcentaje alto de los rasgos o complejos característicos de las culturas nucleares de un área (Fig. 22).

Un importante ejemplo de la aplicación de la categoría de áreas culturales, se encuentra en el Handbook of South American Indians, obra colectiva editada por Steward ( ), que reunió la información hasta ese momento disponible sobre las culturas y sociedades aborígenes de América del Sur. En esta obra, se clasificó a las culturas aborígenes sudamericanas según su pertenencia a cuatro grandes áreas culturales (Fig. 23): (1) el Area Andina; (2) el Area Circuncaribeana; (3) el Area Amazónica, que incluye también a los Mapuche; (4) el Area Marginal, dentro de la cual ubicó a los habitantes de Patagonia, Chaco y algunos bolsones en el interior del área Amazónica.

Es evidente que ésta es una clasificación areal basada en un supuesto evolucionista, en donde los más primitivos son los marginales, le siguen los amazónicos que son agricultores primitivos ‑y por eso se incluye en esta área a los mapuche‑; le siguen los agricultores con Estados muy primitivos que son los circuncaribeños; y finalmente, le siguen otros que tienen Estados de mayor organización, que son los andinos. Entonces, estas áreas son simultáneamente, áreas de edad, donde quedan bolsones de arrinconamiento, como los marginales de la selva amazónica; estos grupos que han quedado embolsados dentro de otras culturas "superiores", son grupos que han sido desplazados por estos últimos grupos y han sido arrinconados a zonas ecológicamente más desfavorables, en el interior de la misma región, o hacia el sur.

Clastres (1974) ha presentado evidencia contraria a este modelo. Explica que, por ejemplo, los Guayaquí, un grupo clasificado entre los marginales de la selva Amazónica, han tenido agricultura en un momento de la historia y ahora no la tienen. ¿Cómo se explica esta aparente regresión? Clastres plantea que no tiene mucho sentido la noción general de evolucionismo cultural, en donde se pasa necesariamente de estadios como el de caza-recolección al de agricultura, porque hay numerosos ejemplos de pasos inversos en la historia.

Hoy diríamos que estos pasos, aparentemente regresivos, muestran en cambio la plasticidad de la estrategia adaptativa de esos grupos. Por ejemplo, los Mapuche o Araucanos que habitaban el actual territorio chileno antes de la llegada de los españoles, al verse presionados por la expansión colonial, en lugar de someterse, se trasladaron hacia el sur del país. Muchos de ellos atravesaron la cordillera de los Andes hacia el este y se convirtieron en el núcleo étnico principal de la cultura pampeana en los siglos XVII a XIX, cuya estrategia adaptativa estuvo basada en la caza de ganado cimarrón ‑vacunos asilvestrados‑. ¿Constituyó esto un retroceso adaptativo?. No, es parte de la historia del enfrentamiento de grupos socioculturales todavía no integrados a un sistema complejo mayor, es parte de la historia de la lucha de estos grupos con las sociedades complejas que intentaban en aquel momento de la historia integrarlos y subordinarlos.

Pero el concepto de áreas culturales presenta un segundo problema. Los mapas de áreas están confeccionados sobre la hipotética situación que tenía América cuando llegaron los europeos. Esto generó una serie de problemas metodológicos como, por ejemplo, que la mayor parte de los datos que se utilizan para definir estas áreas, no corresponden a la época del primer contacto entre indígenas y europeos, sino a momentos posteriores, a veces muy posteriores. Así, algunas áreas, como la andina y la circuncaribeana, tienen muy buenas crónicas ya desde la época de la Conquista. Pero, para el resto de América el Sur, en general empieza a haber información confiable solo a fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Entonces, hay áreas en donde se combinan informaciones de distintos momentos de la historia, por lo cual estas definiciones de áreas encierran un supuesto no explicitado: el supuesto de que estos pueblos no tienen historia. Lo cual actualmente es inadmisible.

En efecto, el hecho de que un pueblo no escriba su historia no quiere decir que no la tenga. Es mucho más lógico suponer que un grupo tenga historia, que suponer que no la tenga. Los datos que nosotros disponemos acerca de secuencias históricas reales para nada sustentan la idea de que hay pueblos cristalizados en la historia. Sin embargo, la imagen de los grupos étnicos como cristalizados en el tiempo forma parte del paradigma clásico de la antropología. Casi toda la antropología construida de acuerdo con los cánones clásicos ha trabajado como si los pueblos, fuera de la tradición de nuestra sociedad compleja actual, no tuvieran historia.


Pattern

En la misma época en que se pusieron de moda los estudios areales, se empieza a constituir la categoría de pattern –o patrón -. El pattern es un modelo ideal: un es una forma típica, una estructura típica de relaciones entre los componentes de un sistema. Por ejemplo, todos sabemos bien cual es el pattern típico del Homo sapiens: el bipedalismo, la postura erecta, el desarrollo de una gran superficie cerebral, y de una relación alta entre superficie del cerebro y volumen del mismo, que lo diferencian de los otros primates. Otro ejemplo de pattern es también el conjunto de comportamientos típicos que dan en una clase universitaria. Cualquier persona que entre a este lugar, aunque no sea estudiante de la universidad, y se pregunte "¿qué es esto?", casi automáticamente dirá que esto es una clase. ¿Y cómo sabe que está en una clase?: porque aquí hay visible un pattern, un conjunto de relaciones funcionales entre las partes, que son fácilmente descubribles, porque presentan redundancia.

Los patterns son típicos de ciertas estructuras en ciertos momentos del tiempo. Las estructuras incluyen la noción de tiempo, incluyen la componente dinámica. Veamos, entonces, las categorías de estructura, función y dinámica.


Estructura, función y dinámica

Mientras que las categorías que hemos discutido hasta ahora son el producto de la construcción teórica propia de la tradición antropológica norteamericana, las que veremos ahora han sido desarrollados especialmente por la tradición europea: las de estructura y función, por los ingleses; la de dinámica, por algunos franceses. Las categorías de estructura y función fueron ampliamente presentados por Malinowski (1944) en su última obra, Una teoría científica de la Cultura. Malinowski ‑y, en general, toda la tradición inglesa‑ no utilizó la categoría de pattern; en cambio, aplicó la categoría de estructura dentro del mismo campo semántico, con una significación vecina a la de pattern. Malinowski afirmaba que para entender una cultura no se la puede dividir en rasgos. No se debe describir rasgo por rasgo, sino las relaciones entre rasgos.

La noción de estructura remite, de acuerdo a las definiciones funcionalistas, a las formas en que están dispuestas entre sí las partes de la totalidad del sistema sociocultural, mientras que la de función se refiere a las relaciones que existen entre esas partes. La estructura es el conjunto de componentes su disposición mutua; la función es cada aspecto de las relaciones existentes entre los componentes, en tanto que se llama funcionamiento al conjunto de las funciones en un sistema.

Actualmente, existe una tendencia a considerar que estructura y función son dos aspectos de la estructura. Entonces, dentro de esa tendencia, a lo que antes se llamaba estructura, se lo llama estructura formal y a lo que antes se llamaba función se lo llama estructura funcional: forma y función son los dos grandes componentes conceptuales de la estructura de un sistema. Estos cambios terminológicos no son arbitrarios: tienen que ver con ciertas tendencias presentes en el mundo científico de hoy, a utilizar categorías comunes en distintas disciplinas científicas. Entonces, se tiende a hablar de estructura formal y funcional en sociología, Biología y otras variadas ciencias. Entonces, también en la antropología, que hace sólo cuarenta años aplicaba una jerga muy difícil de entender para otras disciplinas, hoy hay una tendencia a emplear categorías más comunes y más inteligibles para todos.


Dinámica

La dinámica se refiere a los cambios que va teniendo una estructura en el tiempo. Y esos cambios son tanto cambios en los componentes mismos de la estructura, es decir, en la forma, como en las relaciones que existen entre los componentes, es decir en la función. Por ejemplo: si se considera una clase típica de antropología de la Universidad de Buenos Aires en el año 1976, es difícil que a alguien se le ocurriera que en la misma se produjera un debate. Por el contrario, esto hoy parece lógico, parece integrado a este tipo de estructura que caracteriza a una clase universitaria.

El cambio de la estructura no significa el cambio de un sistema. Un sistema puede seguir siendo definido como tal, aun cuando su estructura formal y funcional cambien en la dimensión dinámica. Por ejemplo, si consideramos algunos sistemas socioculturales dahomeyanos de Africa en el Siglo XVIII y los comparamos con los sistemas socioculturales afrobahianos de Brasil en el Siglo XX, vamos a encontrar una unidad, pese a que las estructuras formal y funcional de esos sistemas son bien diferentes. Ha habido una dinámica que ha producido cambios, sin embargo podemos decir que hay una continuidad sistémica entre la cultura dahomeyana de principios de siglo pasado y los sistemas socioculturales centrados en el candomblé de la Bahia contemporánea. Del mismo modo que, si estudiamos un terreiro de candomblé bahiano y luego uno en Buenos Aires, podemos también encontrar continuidad sistémica: el sistema sociocultural candomblé continúa sus procesos de transformación, desde sus orígenes dahomeyanos hasta su expansión porteña contemporánea.

Y podemos también decir, por ejemplo, que existe una continuidad sistémica entre los sistemas socioculturales andinos del siglo XIII y XIV y los contemporáneos; una continuidad sistémica que, como la de los cultos afro-latinoamericanos, de ninguna manera es lineal y simple. Los sistemas socioculturales andinos no son iguales a los del Siglo XIII: se han sucedido imperios de distinto origen, diversas formas religiosas y otros impactos ideológicos, varias formas de organizar la producción y el control de la mano de obra: en general, ha ocurrido una poderosa dinámica sociocultural histórica que ha transformado profundamente las estructuras formales y funcionales del mundo andino, aunque se puede hablar de continuidad sistémica.

Toda esta historia evolutiva, toda esta historia de la emergencia de nuevas categorías en la explicación antropológica, de alguna manera desemboca en la noción de sistema. Entonces, vamos a ver ahora la noción de sistema a partir de todos estos componentes conceptuales.


Sistema

Qué es un sistema?. Por empezar, un sistema es algo que puede ser descriptible en distintos momentos de un proceso temporal, de una dinámica. Es decir, que posee un pattern que se mantiene, pese a los cambios que se producen en su estructura formal y funcional a lo largo del tiempo. Pattern es una categoría fundamentalmente informática. Se refiere a un conjunto de relaciones entre partes, donde las partes pueden cambiar pero las relaciones fundamentales se conservan. Entonces, si nosotros sabemos, a través de la arqueología, que en el siglo XIII ya existía un pattern básico de articulación entre tierras altas de puna y tierras medias de quebrada en el mundo andino, que se daba tanto a través del comercio directo, como del control por parte de ciertas unidades sociales de zonas ubicadas en estos dos grandes pisos, tal como fue definido por Murra (1975) para el momento incaico tardío; y si, por otra parte, hoy descubrimos que ese patrón sigue funcionando, que ese pattern se ha conservado a lo largo del tiempo, entonces podemos afirmar que el sistema sigue existiendo pese a los cambios estructurales. El sistema se mantiene pese a los cambios y gracias a ellos. La continuidad y el cambio de un sistema sociocultural no son procesos contradictorios, sino complementarios.

Finalmente, debemos recordar que un sistema es una totalidad que está compuesta por partes. Lo más importante no son las partes que están dentro del un sistema, sino las relaciones entre las partes. Y no todas las relaciones son igualmente importantes, sino que es especialmente importantes aquel conjunto de relaciones que, pese a su diversidad, contienen la suficiente redundancia, la suficiente repetición, como para establecer un orden que sea capaz de responder a los cambios que se van produciendo en el ambiente de ese sistema.

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El menor de los cuatro hijos de Benito Rabey y Dora Loyber, nací el 2 de abril de 1949. Trabajé desde los 16 años: asistente en un estudio jurídico (1966-1967), gerente de un grupo de industrias culturales –Manal, Mandioca, Mano Editora, Mambo Show- (1968-1970); artesano (1971-1972). Estudié Antropología en la Universidad de Buenos Aires (1972-1976); he sido docente e investigador universitario -desde ayudante de segunda hasta profesor titular, en diversas Universidades de Argentina y del extranjero, profesor de cursos de postgrado sobre ecología humana, evolución, multiculturalismo y estudios latinoamericanos, investigador científico , consultor en proyectos de organizaciones internacionales, nacionales, empresariales y sin fines de lucro. Formación Postdoctoral: Universidad de Texas en Austin - Comisión Fulbright (1990). Padre de cinco hijos: Pablo (34), Eva (32), Adriana (28), Lucía (26) y Nahuel (12).